Zarpamos de crucero y justo al hacerlo paramos el barco desde el mismo patio de butacas tirando entre todos de las amarras para que la Orquesta pueda embarcar, han llegado tarde y eso es solo el preludio de las disparatadas situaciones que nos harán vivir en un viaje sorprendente alrededor del mundo…Francia, Italia, Grecia, Brasil, Japón, Austria… estos y muchos más países serán la excusa perfecta para interpretar los hits de la música sinfónica más conocida, popular y admirada en el mundo.
La música será el medio perfecto en este excéntrico crucero para hacernos vivir las más locas aventuras; tempestades, naufragios, ataques piratas, cenas de gala… Una disparatada propuesta musical que une pueblos, gentes, tierras y tradiciones sin prejuicios ni complejos a través de la música, las nuevas tecnologías y el buen humor.
Llevar esta fiesta al Teatro es invitar al público a un espectáculo diferente: el que une música clásica y ritmos vertiginosos, virtuosismo y humor, tradición y desparpajo. Es poner a las familias en pie, regalarles brisa de mar en la cara y dejarles un regalo pegado en la memoria: el recuerdo de que los grandes compositores de la historia, si quisieran, también se subirían a este crucero para repartir alegría y belleza a lo largo y ancho del planeta.
La verdadera proeza radica en que los once intérpretes no solo tocan, sino que actúan, cantan, se desplazan por el espacio con precisión coreográfica e interactúan con el público sin que la calidad musical se resienta. El concepto de músico-actor alcanza aquí su plenitud: cada cambio de arco, cada fraseo, cada gag gestual está milimétricamente sincronizado con la partitura y con los efectos audiovisuales, de modo que la frontera entre concierto y representación dramática se volatiliza.
Esa conjunción de disciplinas —reforzada por un vestuario aristocrático de concierto y una iluminación que evoluciona con la partitura— convierte la función en un rito colectivo donde adultos y niños comparten sorpresa y asombro.
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